El Diario de Cristóbal Colón

 

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El Diario de Navegación de Cristóbal Colón (Incompleto)

Atendiendo a  Morison, Keith Pickering, y muchos otros estudiosos del tema, el Diario de Navegación de Cristóbal Colón, tal como lo conocemos en la actualidad, es una versión del original, una reinterpretación del Padre Las Casas. Se estima que al libro, el nativo, de letra del Almirante, se le realizó una primera trascripción, la denominada copia de Barcelona, y de ésta última, o quizás otras, o sea, de segunda o tercera mano, bebió el Obispo de Chiapas.

El Diario original se archivó y a Colón, antes del segundo viaje, se le entregó una copia, “a dos manos”, como escribió la Reina Isabel. Todos estos documentos desaparecieron con el tiempo.

El Journal, escrito en tercera persona del singular, presenta algunos fragmentos transcriptos fielmente del original, al menos así lo declara Las Casas, estos párrafos se encuentran entrecomillados. La mayoría de los biógrafos e investigadores declaran a la versión actual como fiel y verídica, conservando su esencia primaria, sin haber sido alterado ex profeso. Como sabemos, el manuscrito del cura fue rescatado por Fernando de Navarrete, quien lo revisó cuidadosamente y lo preparó para su edición.

Posteriormente, otros autores se han remitido a la copia del Obispo, realizándole minuciosos estudios para publicar otras versiones del Diario.

El Diario como fuente primaria y esencial para las investigaciones sobre el primer viaje colombino.

El Diario de Navegación es la fuente primaria para todo el que se adentra en las cuestiones de la derrota de los primeros nautas hispanos por nuestras tierras. Mucho se ha escrito acerca del Giornale y las opiniones han sido de las más diversas índoles: por un lado tenemos a los que increpan al Padre las Casas, o incluso, al propio Colón, acusándolos de haber tergiversado el contenido de este documento por variadas motivaciones: políticas, económicas, etc. y en el otro extremo encontramos los que defienden a ultranza las líneas de la crónica, considerando que la copia del sacerdote refleja fielmente el espíritu de la empresa colombina.

Tomar partido en este sentido es fundamental: si aceptamos el Diario, aún con sus errores, contradicciones, deslices y posibles omisiones, podemos adentrarnos en los pormenores del primer viaje de Colón, en caso contrario, no tendremos las bases para una investigación seria y fiable.

Al respecto consideramos que el Diario es un documento excepcional y contiene la data suficiente para esclarecer muchos aspectos del primer viaje colombino. Desde el punto de vista de la investigación a efecto, permite establecer con un alto grado de certeza la ruta de Colón por las costas de nuestras islas. Es, prácticamente, la única fuente que poseemos para descifrar los misterios que envuelven las idas y venidas del Almirante durante su primer viaje a América. Los otros documentos que contiene información sobre el tema son, en un gran por ciento, consecuencia de la crónica de Colón.

Podemos señalar algunas de las razones que implican un voto favorable para este importante e insustituible documento:

1. El diario es fiel en cuanto: a) Derrotas, b) Descripciones de bahías, islas, cabos, etc. c) Información de cabotaje y d) muchos otros datos, fauna, flora, descripción de los aborígenes y su entorno, aldeas, casas, objetos de usanza entre los nativos, etc.

a)      La mayoría de los investigadores que han estudiado la ruta de las naves colombinas por nuestras tierras han acudido, ineludiblemente, al Diario de Navegación de Colón, y los resultados obtenidos demuestran la exactitud de las descripciones y datos que en él se brindan. Muchos de estos autores  confirman que únicamente la observación y la mirada, desde el ángulo de un experto marino, podría haber forjado la letra del Journal. La información plasmada en este documento ha permitido discernir, casi en su totalidad, la derrota por Haití y Dominicana, así como el trayecto más oriental de su recorrido por Cuba: desde Punta Lucrecia hasta Punta Maisí o Quemados. Es cierto que todavía existen discrepancias sobre la derrota en Las Bahamas y el punto del desembarco en Cuba, pero esto es consecuencia, en gran medida, de interpretaciones subjetivas o parcializadas e, incluso, y en la mayoría de los casos, porque se ha omitido data relevante del Journal.

b)      Es indiscutible que las descripciones de muchos de los lugares visitados en el primer viaje: bahías, islas, cabos, etc., son fieles y exactas a la realidad, ejemplos de ello son los puertos de Sagua de Tánamo, Moa y Baracoa, en Cuba, La Mole de San Nicolás, el puerto de la Concepción y la bahía Acull, en La Española, así como las Islas de Arena (Cayos Ragged), la isla Tortuga, entre otros, retratadas a la perfección por el genio y la pluma de Colón.

Al respecto apuntaba Morison que en las costas del oriente cubano las descripciones del Almirante eran tan exactas que se podían identificar a las bahías incluso desde el aire.

c)      Muchos autores destacan que una gran mayoría de las indicaciones dejadas por el Almirante, desde una perspectiva y óptica marinera, útiles para la navegación de cabotaje, poseen extrema vigencia cuando se transita por nuestras costas. Por ejemplo, al penetrar en los puertos, las medidas de profundidades, los rumbos de travesía, los canales, los bajos y peligros, los fondeaderos, así como las señas o puntos de referencia, entre otros elementos de suma relevancia, asentados en la crónica colombina, son exactos y pueden usarse por los marinos en la actualidad, como ocurre en la en el Puerto de Moa, en Sagua de Tánamo, Baracoa, y muchos más.

El biógrafo norteamericano destaca que las indicaciones dejadas en la bahía Acull, para acceder al puerto, eran útiles aún en la actualidad.

2.    El Diario de Navegación era un documento expresamente redactado y dirigido a los Reyes Católicos: Fernando e Isabel, a quienes debía rendir cuentas el Almirante, respetados al extremo por Colón, quien se sentía deudor de sus Altezas y a los que debía obediencia y fidelidad. Por lo tanto el Almirante jamás lo hubiera falseado o tergiversado. (Debemos considerar que en la tripulación existían marinos y otras personas, enviadas por la corte, que también relatarían las peripecias del viaje. De manera que cualquier falacia por parte del genovés hubiera sido desmentida. Los enemigos, envidiosos y detractores de Colón estarían atentos y alertas al respecto).

Así, en la introducción del Diario promete a sus majestades escribir todo el viaje día a día y componer un libro relatando todo la travesía.

3.    Colón era muy honesto y puntual en lo referente al Diario, incluso, cuando erraba, era incapaz de volver atrás y alterar las líneas de la crónica. En ese sentido destacan pasajes contradictorios, anotaciones que entran en conflicto con otras, asentadas en momentos o fechas anteriores. Esto demuestra que el Almirante desarrollaba una copia fiel y exacta de los pormenores y apreciaciones de la derrota en el instante de producirse el acontecimiento, aunque, con posterioridad, tuviera que reescribir sobre lo ocurrido y corregir las imprecisiones iniciales, labor que se realizaba sin volver a las primeras líneas para suprimir, o tachar, los errores en que había incurrido. A lo largo del Diario se conserva, como una regla casi absoluta, el estilo de apuntar con precisión el hecho en tiempo real, mostrando, de esa manera, los defectos y virtudes de Colón, equivocaciones que el Almirante no tuvo reparos en mostrar y que le conceden al Journal un voto de veracidad y confianza.

Morison comenta como los errores se mantuvieron intactos, probando que Colón y Las Casas no modificaron el Journal, por ejemplo, cuando cree avistar dos islas al Sur pero eran nubes, y agrega que Colón era sumamente honesto y no reescribe el texto para eliminar estos problemas. 

4.    Muchos autores afirman que lo escrito por Fernando Colón, quien seguramente obtuvo información de primera mano, provista por su padre, y del que se piensa que tuvo en su poder una de las copias del Diario, concuerda muy bien con lo acaecido en el Giornale, de manos de Las Casas, lo que demuestra que la trascripción del Obispo es seria y confiable.

5.    Algunos biógrafos e investigadores, fundamentalmente los que necesitan desacreditar el Diario, autores que subvaloran algunos aspectos del Journal, mientras asumen otros de forma unilateral y parcial, alegan que Colón alteró el texto para evitar la competencia de otros seguidores y así acaparar la exclusividad de los descubrimientos. Contra estas ideas se puede alegar que el Almirante no necesitaba de semejante artificio, pues ya de hecho, al “descubrir” las tierras al poniente, cobraban validez las capitulaciones de Santa Fe. Además, muchos biógrafos aseguran que el Diario de Navegación fue archivado, de forma confidencial y secreta, como documento de estado.

Por otro lado, es evidente que lo importante no era mantener el secreto del viaje, secreto que había perdido todo significado, pues desde el retorno triunfal, con la escala en Lisboa, obligado por las circunstancias del mal tiempo, el mundo se apropiaba de las nuevas rutas hacia el occidente.

Tampoco podemos olvidar, que al tomar puerto en la Isla de Santa María, una de las Azores, Colón declara abiertamente que regresaba de islas y tierras orientales, por lo que está claro que el Almirante nunca ocultó su viaje, sino todo lo contrario, lo divulgaba a los cuatro vientos.

Por otro lado, era imposible hacer callar a los nautas que promovieron la gran proeza, muchos de los cuales eran excelentes marinos y podían repetir la travesía sin ningún tipo de inconveniente. Lo verdaderamente importante, tanto para el Almirante, como para la nación española, era propagar la noticia de nuevas tierras, que debían pasar a “propiedad” de España y cuyo virrey y gobernador se encarnaban en Colón. Así vemos como el Almirante, de inmediato, redacta varias cartas - a Luis de Santángel, escribano de la nación, y a Gabriel Sánchez, tesorero de Aragón, en las que resume los aspectos esenciales del viaje y destaca la grandeza de las tierras exploradas. (De más está decir que la Carta a Santángel fue publicada casi inmediatamente y las noticias del viaje se expandieron por España, Portugal, Italia, etc.)

Morison nos da algunas muestras de como las nuevas sobre el “descubrimiento” se extendieron en Europa y anota de una carta italiana escrita por un mercader nombrado Hannibal Zenaro y también destaca la epístola de Pedro Mártir a su amigo el Conde Borromeo donde le anunciaba el regreso de Colón.

6.    El Diario de Navegación contenía los datos de la estima que había llevado el Almirante durante el primer viaje, y aunque estaba destinado a los Reyes Católicos, también era de uso particular de Colón, que recibió una copia del mismo antes de emprender su segundo viaje. Por lo tanto, es totalmente ilógico que el genovés tergiversara la información del Giornale, pues se estaría engañando a sí mismo, y perdería la información que describía la derrota “exacta” hasta la Española y las tierras exploradas.

Debemos apuntar que el genial marino había concebido, intentando engañar a los marinos, una cuenta doble de las distancias recorridas en el trayecto de las Canarias a las Islas Bahamas para hacer creer que el viaje era menos largo. Por ende, las distancias reales, al menos así lo suponía Colón, sólo estaban anotadas en el Diario de Navegación, que a todas luces mantenía oculto a los demás tripulantes.

Elementos que conscientemente pudo falsear Colón.

A pesar de que consideramos al Diario de Navegación como un documento totalmente confiable e insustituible para el tipo de investigación que nos ocupa, existen aspectos sobre el que, quizás, Colón mintió deliberadamente, pero que en nada desmeritan la veracidad de la mayoría de las observaciones, descripciones y mediciones asentadas en el mismo. Ahora queremos destacar dos elementos que son muy importantes y controversiales:

·         La luz que vio el Almirante el 11 de Octubre, pocas horas antes de avistar tierra americana.

·         Las mediciones de latitud en Cuba y la Española, desplazadas muy al norte con respecto al valor real.

Sobre el primer punto ahondaremos más adelante, cuando se valore la derrota de Colón por Las Bahamas, ahora sólo queremos señalar que a la supuesta luz descrita en el Diario, a las 10 de la noche del 11 de Octubre, se le ha tratado de dar variadas explicaciones, y entre todas ellas, la que podría indicar una alteración consciente, o inconsciente, del Journal, y que ha sido señalada por algunos autores, implica que el Almirante mintió deliberadamente, o como señala Morison, disculpando al genovés: resultó ser un espejismo de Colón y otros nautas, que también creyeron verla. La luz que vio el Almirante, después de leer y analizar la crónica del viaje, y las más disímiles opiniones, de muchísimas autoridades, siempre nos deja con dudas y reservas.

Otro de los pocos puntos que quizás que alteró conscientemente el Almirante fue el referido a las anotaciones de latitud geográfica de las islas encontradas (estas cifras también pudieron ser falseadas por los escribanos que trabajaron en la copia del Diario, en interés de la nación española).

Se conoce que durante la travesía oceánica Colón intentó mantener siempre el rumbo Oeste, navegando en el mismo paralelo de las islas Canarias, pues era peligroso dirigirse más al Sur, debido a que las tierras “descubiertas” en regiones por debajo del paralelo 20 hubieran pertenecido a Portugal y no a España, como consecuencia de la Bula Aetermi Regis de 1481. Esta decisión también podría ser consecuencia de la supuesta carta o mapa que portaba el Almirante, donde se señalaba a Cipango en una latitud elevada. Sólo en los últimos días antes de la recalada (tal vez porque el largo viaje hacía prácticamente insostenible la situación y se presagiaba la ocurrencia de algún motín para regresar, e influido también por las sugerencias de Martín Alonso Pinzón y por el vuelo de aves que señalaban el Sur) decide, en cierto momento tomar rumbo OSO, separándose de la dirección asumida durante la mayoría del trayecto.

Después de desembarcar en Las Bahamas, la ruta que indican los aborígenes lo conduce cada vez más al Sur hasta su arribo a Cuba y, con posterioridad, a La Española. En el supuesto que el Almirante hubiera podido determinar, con total fidelidad, los valores de latitud en las tierras recién exploradas, y según los términos de la Bula Aetermi Regis de 1481, Cuba debía pertenecer a España, pero Haití y Dominicana debían pasar a manos de Portugal. Colón, que no poseía los medios para determinar las coordenadas reales y exactas de estos parajes, aunque sí podía realizar mediciones con cierta aproximación, debía conocer que se encontraba muy cerca del límite de demarcación fijado por el Papa, y por lo tanto, para tratar de asegurar la adquisición de las “nuevas” tierras a España, declara cifras de latitud más altas que las reales.

Esta posible explicación, hipotética, por supuesto, fue, tal vez, una alteración que conscientemente realizó el Almirante al Diario.

A respecto asegura Taviani que Colón no se equivocó en el cálculo, sino que mintió para engañas a los portugueses.

Para reafirmar su idea, Taviani analiza que, posteriormente, el Almirante realizó determinaciones de latitud más exactas y se refiere a una medición durante el cuarto viaje, cuando se encontraba abandonado en Jamaica, donde, en la bahía de Santa Gloria, Colón señaló una altura de 18 grados, con un error respecto al valor real de menos de medio grado.

Sin embargo, existen pasajes del Diario que de cierta forma sugieren y apuntan hacia la idea de que cuando Colón planteó que habían 42 grados en Cuba lo hacía convencido de ello, por ejemplo, cuando las naves parten de Río de Mares, al Noroeste, el 30 de Octubre, con la intensión de llegar a la comarca del Gran Kan, según había interpretado de los nativos, es frenado por un  frente frío, con vientos contrarios y la temperatura más baja de lo habitual, y con vientos y corrientes contrarias tiene que regresar a Mares. Al respecto relata en el Giornale que cuando iba al NO halló que hacía frío y luego, en Río de Mares repite que se encontraba a 42 grados.

Y el Lunes 12 de Noviembre, cuando abandona definitivamente a Río de Mares refiere que la tierra era temperada y alta.

Nótese el orden de lo escrito, donde primero dice tierra templada, y después alta. Hay que adicionar que Colón y Pinzón habían interpretado anteriormente que se encontraban cerca de Guinsay.

Es probable que el estado atmosférico cuando retornó a Mares, siendo la primera vez que experimentaba frío en Cuba, asociado al mapa que se supone que el Almirante consultaba, donde Cipango (el actual Japón), aparecía localizado bien al Norte, y la mar “que viene de otra suerte”, hicieran pensar al genovés que navegaba en altas latitudes, y de ahí su afirmación de que la tierra era alta, referida a la latitud, y temperada, o sea, que no hacía calor, templada. Estos factores, y quizás unidos a un deficiente manejo del cuadrante, pudieron haber influido en la anotación de 42 grados para la costa Norte de Cuba.

Existen muchas otras ideas al respecto, por ejemplo, Morison creía que Colón confundía las estrellas y que estaba observando a Alfirk (β Cephei) cuando midió los 42 grados en nuestra isla, y luego, en la Bahía de los Mosquitos utilizó otra estrella (Er Rai) de la constelación de Cefeo, para estimar una altura de 34 grados.

Navarrete, en el Diario de Navegación, supone que el error se debe a que los cuadrantes de la época poseían una doble lectura y el Almirante no supo interpretar correctamente la escala del instrumento.

Sin embargo otras notas del Almirante hacen pensar que dudaba de la lectura del cuadrante porque dice que quería llegar a tierra para arreglarlo.

La creencia de Taviani, de que Colón alteró deliberadamente las cifras, puede aceptarse con ciertas reservas, mientras no se encuentre una explicación más convincente que la que ofrecen Morison o Navarrete, pues no creemos que el Almirante cayera en  errores tan garrafales y de tamaña magnitud.

Como se explicó anteriormente, Colón debía conocer, por lo menos de forma aproximada, la latitud real de Cuba y la Española, pues navegaba mucho más al Sur que el paralelo que pasa por las Islas Canarias, que no llega a los 30 grados de latitud Norte ¿Cómo admitir que el Almirante pensaba que en Río de Mares, en Cuba, había una latitud de 42 grados Norte?

Que probablemente Colón conocía la verdadera latitud de la Española, al menos de forma aproximada, parece tener confirmación cuando propuso a los Reyes una nueva línea de demarcación para delimitar las posesiones y  conquistas con su rival ultramarino: Portugal. Como consecuencia sus Altezas Españolas consiguen que el Papa dictamine la Bula Inter Caetera de 1493,  que modifican un año más tarde con el Tratado de Tordecillas, asegurando a España la “propiedad” de las islas tocadas en el primer viaje. Estos acuerdos también permitieron a Colón navegar más al Sur en sus trayectos posteriores, dada la certeza que tenía, por indicaciones de los aborígenes, de tierras localizadas a menor latitud de las primeras islas exploradas.

Morison, en cierto sentido, apoyaba esta opinión cuando afirmó que Colón fue quien propuso la nueva línea demarcatoria.

Además, como se expuso anteriormente, debemos tener en mente la remota posibilidad de alteraciones del Diario, cambios numéricos llevados a cabo por los escribanos, de forma fortuita e inconscientemente, o ex profeso, en detrimento de los intereses de Portugal y para favorecer a España.

Resumiendo este acápite, excepto estas mediciones de latitud, y la misteriosa luz del 11 de Octubre, y otros detalles que han sido apuntados en otros trabajos, no existen argumentos de peso para asegurar que Colón alterara conscientemente el Diario, sino todo lo contrario, destaca una alta correspondencia entre el relato colombino y las realidades de nuestros paisajes y costas.

Queremos subrayar que el Diario declara, implícitamente, que el marino genovés llevaba dos medidas de distancias en el viaje de las Canarias a las Américas para que el viaje no pareciera tan largo.

Pero este elemento no queda oculto al lector del Journal, y aunque existen dudas al respecto y algunos autores culpan a Las Casas de alterar la crónica colombina, consideramos que las mediciones de distancias eran llevadas con “exactitud”, pero camufladas, como dice el cura, para los demás marinos de la expedición. Sobre la doble cuenta de las longitudes en el Atlántico, para el viaje de ida, se ahondará cuando se analicen las mediciones de distancias.

Elementos que de forma inconsciente, pudo alterar o exagerar el Almirante.

¿Qué otros elementos aparecen alterados en el Giornale?

Muchos autores reconocen que Colón exageró la altura de algunas elevaciones. Por ejemplo, al Norte de Cuba, el genial marino declara que nunca antes había visto montañas tan altas, sin nieve en sus cimas.

En Moa el genovés anotó que era la montaña más alta y larga de las que había observado, aunque días antes había presenciado otras más elevadas, quizás yerra porque en Moa se encontraba más cerca de la cordillera.

Al llegar a la bahía Acull, en La Española, admite que las cumbres que allí constata eran más empinadas que el volcán de Tenerife. Sin embargo Navarrete aclaró que eran altas pero no tanto y Morison agregó que la montaña de las Canarias superaba en 3000 pies a cualquiera observada en dicha bahía.  

Y en San Salvador, su primer puerto en Cuba, compara las elevaciones del sitio, que sin duda son las del grupo de Maniabón, al Sur y Oeste de la Bahía de Gibara, con la Peña de los Enamorados, en Andalucía, siendo esta última mucho más elevada.

Se puede aceptar la opinión que justifica estos errores debido a lo extremadamente difícil que es precisar la verdadera altitud de las elevaciones, sobre todo cuando se realizan apreciaciones en condiciones climáticas disímiles, a variadas distancias y en diferentes fechas y días.

Por último, fondeado en Sagua de Tánamo Colón hipervaloriza la altura de los cayos del interior de la bahía cuando afirma que algunas parecían que llegaban al cielo. Esta exageración, evidentemente, es producto del estilo de redacción del Almirante, imaginativo, metafórico, lleno de hipérboles y de su estado de embriaguez y exaltación, maravillado por la naturaleza cubana.

Otro desliz común en el Diario lo encontramos en algunos accidentes costeros, como pequeñas ensenadas o puertecillos, de bocas angostas, y bahías de gollete, con canales largos y estrechos, que el Almirante confundió con ríos. Sobre este asunto, de suma importancia, se profundizará y abundará en el capítulo dedicado a los términos marinos usados por el marino genovés.

En cuanto a las distancias, no podemos esperar una total coincidencia entre la data del Giornale y las longitudes reales, pues estas observaciones se realizaban de forma indirecta, calculando, de forma muy rudimentaria, la velocidad de los buques, y multiplicando este valor por el tiempo de navegación transcurrido, que se medía con relojes de arena y también añadían imprecisión al cálculo, o se estimaban por el método de la observación, a “ojo de buen cubero”, y que puede conducir a grandes errores, como se analizará con mayor profundidad cuando se estudien estas mediciones.

Los rumbos también pueden ser fuentes de incongruencias, pues las agujas de marear o brújulas de la época no eran tan precisas como las actuales, agregando el inconveniente, señalado por Morison, sobre agujas flamencas y genovesas, y que las mismas se calibraban en diferentes ciudades, con variadas diferencias con respecto al Norte. A todo esto podemos añadir que no se conoce, con total certeza, la declinación magnética en los puntos de la travesía del Almirante. Por último, pudiera existir el agravante, de que en algunas ocasiones, los rumbos fueran tomados a ojo, de forma aproximada, sin brújulas, guiados por la posición del Sol, la dirección de las naves, etc. Las marcaciones de rumbos también se analizarán con mayores detalles a posteriori.

Otros errores comunes son referidos a la incorrecta identificación de especímenes de la fauna y la flora, declarados en el Journal, tanto por parte del Almirante, como por algunos marinos, yerros que no repercuten de manera significativa en esta investigación.

Los errores de trascripción del Diario.

Sin embargo, a pesar de tener la certeza y la convicción de que la esencia del primer viaje fue plasmado de forma fiel por Colón, en el Giornale aparecen errores de trascripción que, en muchos casos, son fáciles de detectar y corregir.

¿Quién cometió estos deslices?

Muchos autores culpan al Padre Las Casas por los problemas de trascripción del Diario, relativamente frecuentes. Pero, ¿todos estos cambios se deben al Obispo?, muchos de ellos ¿no serían producto de los escribanos, que apurados y a dos manos, transcribieron el original para darle una copia al Almirante, como se afirma en una epístola de la Reina Isabel? Debemos recordar que el Obispo de Chiapas tuvo en sus manos una copia que ya pudo estar plagada de errores y cambios fortuitos, y quizás, y en menor medida, alteraciones conscientes.

Por lo tanto, no podemos descartar que en las primeras transcripciones, realizadas por los escribanos de la corona, pudieron aparecer las primeras alteraciones, producto del apuro y de la letra enredada del Almirante, así como su lenguaje y su vocabulario, mezcla de español, portugués e italiano, una jerga marinera.

Luego, Las Casas tiene una copia en su poder, según algunos autores, de segunda o tercera mano, y lo reinterpreta, como se colige del estilo, de algunas notas en los márgenes de su versión, y de inserciones realizadas por el dominico, como la reveladora mención de la Florida en la página 98 del Diario.

El trabajo de Las Casas pudo ser motivo de nuevas fuentes de errores: deslices de interpretación y de lectura, tal vez consecuencia de la grafía oscura e ilegible de la copia que tuvo en sus manos y, como dijimos anteriormente, el enrevesado español de Colón. Además, desconocemos el estado del manuscrito al que se enfrentó el cura, después de muchos años. Por otro lado, y en menor proporción, ocurrieron alteraciones “conscientes” por parte del sacerdote, que no era marino, creyendo, de buena fe, que “arreglaba o mejoraba” el Diario, aunque, repetimos, en menor proporción. Y por último, si el cura se apoyó en escribanos estos pudieron añadir nuevos yerros. En fin, que pudieron ocurrir deslices y omisiones importantes en todo el proceso de mutación del Diario original hasta llegar a la versión del Padre Las Casas.

Morison destaca varios errores que aparecen en el Diario y en otros documentos, por ejemplo dice que Canarias es un error del copista o del impresor, o que Sevilla era igualmente un yerro, que debió decir Saltés, y que giovanni fue un cambio por genovesi.

Además, debemos tomar en consideración la posibilidad, señalada por Morison, de que en ciertas ocasiones los marinos le trasmitieran información falsa a Colón, de forma consciente o inconsciente.

Sin embargo, a pesar de todos estos problemas, lo importante es que si se realiza un estudio serio y profundo de los datos del Diario y se confrontan con la realidad de los lugares visitados por Colón, entonces, la gran mayoría de estos cambios pueden ser detectados y rectificados con una alta confiabilidad.

Errores típicos detectados en el Diario

Ahora pasaremos a relacionar algunos de los errores que se han detectado en el Journal. El objetivo no es la discusión a fondo de los mismos, ni la exposición de todos ellos, labor bien complicada, sino dar una idea al lector de algunos de los deslices y problemas de trascripción que encontrará cuando se adentre en la lectura de la crónica colombina y facilitarle un mejor entendimiento de este inapreciable documento.

Es extensa la lista de biógrafos, eruditos e investigadores que se han referido al respecto y entre ellos podemos mencionar a Navarrete, Morison, Núñez Jiménez, Taviani, Peck, Keith Pickering, etc.

Comenzando con una lectura del propio Diario, en sus márgenes encontramos muchas correcciones que intuye Navarrete, así como notas aclaratorias del Padre Las Casas.

Es interesante comprobar como, en estas notas hechas al Giornale, Navarrete había podido identificar muchos de los sitios visitados o descritos por el Almirante, como son la Bahía de Sagua de Tánamo, las elevaciones de Moa y Sierra Cristal, La Bahía de Moa, las Puntas Guarico, Baez, Fraile, la Bahía de Baracoa, algunos de los ochos ríos al Noroeste de este puerto y, en la Española, conocía de la estancia de los nautas hispanos en las Bahías de San Nicolás, Mosquitos, Acull, etc., lo que, como acotamos anteriormente, le confiere extrema credibilidad a la cronología de Colón.

En las citas y los comentarios que siguen hemos subrayado las palabras problemas, sobre las que se suponen existen errores en el libro del Almirante.

Como se apuntó, a lo largo del Diario encontramos varias decenas de señalamientos realizados por Navarrete, entre los que destacan vacíos, palabras ininteligibles y algunas alteraciones en los rumbos, errores numéricos, que este autor deduce hábilmente, etc. como cuando alega que en cierto pasaje del texto había un error y eran once millas, desliz posiblemente de la copia que realizó Las Casas.

Un pasaje muy interesante y oscuro, por las controversias que ha levantado, es la descripción de las “muchas islas” que vio el Almirante cuando abandonó San Salvador.

¿Verdaderamente el Almirante vio muchas islas?, en el sentido de divisarlas en el horizonte marino al partir de San Salvador, o las vio en una descripción de los nativos, o sobre un croquis o rudimentario mapa que delinearon los aborígenes para indicarle que en Las Bahamas había cientos de islas. ¿Existirá algún error en lo escrito en la cronología de Colón? ¿Se habrá omitido alguna información importante en las múltiples transcripciones del Journal?

Lo mismo pudo ocurrir cuando en el Diario se afirma haber visto a Babeque, sobre lo que Morison comentó que posiblemente los aborígenes vieron una nube y creyeron que era dicha isla.

Debemos recordar que en Sagua de Tánamo también se exagera sobre el número de islas y Colón afirma que no las pudo contar todas

En cierto momento se anota en el Giornale que la costa se corría Leste Oueste.

Según la idea que asume a Watling como isla de desembarco, este día Colón había conducido los navíos al extremo Noroeste de la Isla Long, y es donde aparece insertada la nota que habla del rumbo Este Oeste, pero la costa allí se vuelve al Sur cuando se dobla el cabo, no al Oeste, como dice el Journal, sólo un corto tramo de costa sigue hacia el poniente. Este es uno de los inconvenientes que le imputan Hudge y Marden, y otros autores, a la teoría de Watling. Algunos investigadores se defienden alegando que en este punto puede existir un error de trascripción.

Otro posible cambio de rumbo se ha señalado en las 12 leguas hasta el Cabo Hermoso, de la parte del Oueste, en la cuarta isla visitada por los nautas en las Bahamas.

Y Colón añade que la costa se corría al Oeste desde el Cabo del Isleo.

Asumiendo las hipótesis más aceptadas, cuando Colón describe estos pasajes, se encontraba en el extremo Noroeste de la isla Crooked, y por lo tanto, al Oeste de ese punto no existe ningún cabo, como tampoco la costa se corre en esta dirección. Aquí puede sugerirse que originalmente se escribió Leste, o Sueste y no Oueste, por lo que pudo ocurrir un error al transcribir el rumbo. Y es posible que el Almirante quiso expresar que la costa se corría por el Oeste, no hacia el Oeste.

Este es uno los inconvenientes que poseen algunas de las hipótesis sobre el recorrido de Colón en Las Bahamas, sin embargo, la mayoría de los investigadores la aceptan como un error al copiar el Diario.

Un yerro similar parece que ocurrió sobre Punta Fraile, al oriente de Cuba, donde la costa también se alarga en una dirección imposible pues el Diario glosa que al Este de Fraile destacaba una punta.

Para la mayoría de los investigadores del tema debe existir un error en el Diario, y donde aparece Leste posiblemente en el original se escribió Sueste.

Cuando Colón parte de Moa anotó que navegó a lo largo de la costa con poco tiempo.

Evidentemente debe ser viento y no tiempo, posible error de los escribanos o de Las Casas, que no eran marinos. Las palabras viento y tiempo son similares y suenan parecidas al oído. Quizás la caligrafía, desde donde se copió, era oscura y enrevesada.

Existe una línea muy similar cuando parten de Baracoa y se hacen a la vela con poco viento. 

Alega Núñez Jiménez, que cuando se destaca el Yunque de Baracoa en el Diario, el rumbo no es Sueste, sino Sudueste.

En la bahía Acull se escribió que en la entrada del puerto había un cañal. Al respecto Las Casas acotó que debió ser un cañaveral. Pero Navarrete señaló que era un canal, lo que resulta más probable.

En resumen, aunque en el Diario de Navegación aparecen diversos errores, como rumbos alterados, algunos intercambios de leguas y millas, palabras poco creíbles o cambiadas, por ejemplo: viento-tiempo, canal-cañal, vacíos, posiblemente números falseados, que son difíciles de detectar y de corregir, valores de latitud fraudulentas, (que pudo alterar Colón), fragmentos obtusos o poco convincentes, como la luz que vio el Almirante, o las muchas islas avistadas al salir de San Salvador, exageraciones en la elevación de algunas montañas, hipérboles, posibles ríos que no lo eran, etc., este documento lo consideramos muy confiable y de inestimable valor. El Journal es la fuente primigenia para develar los misterios del viaje inicial del Almirante y sin él no es posible adentrarnos en los pormenores del derrotero colombino.

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